Mi primera vez fue en abril, lo recuerdo muy bien porque aunque no fue la mejor, me atrevería a decir que fue una de las peores, fue muy especial.
No estaba en un hotel, ni habían flores, ni eran las doce de la noche en punto, pero sí fue con la persona más especial de este mundo (con la cual hoy mismo celebro mis 8 meses desde que quedamos por primera vez).
Fue un momento muy emotivo.
Era el primer día de segundo trimestre, habíamos pasado las vacaciones de semana santa hablando del tema y yo me había confiado a él,me sentía preparada tan físicamente como psicologicamente y sabia que íbamos en serio por lo que me decidí a afirmar sin vacilar a su pregunta.
En su casa, sobre las siete y media y con la colcha del Winnie de Pooh debajo nuestros cuerpos (si ese es el toque cómico), la posición no fue la adecuada y yo no sabia que hacer, aunque no estaba para nada nerviosa.
En realidad me deje llevar, ahora sé que fue demasiado intenso todo lo que sentí y que por eso mismo no supe controlarlo por lo tanto dejé que él lo hiciera todo.
En todo caso, lo más bonito fue el después, como suele ocurrir; colacao caliente en un cazo y su mirada triunfante y tierna abrazándome y preguntándome que me había parecido, si era como me lo esperaba, etc...
Nos abrazamos debajo de las sabanas y nos sonreímos. Teníamos una burbuja de felicidad en el vientre y creo que fue uno de los sentimientos más bonitos los que experimentamos en esos minutos que estuvimos abrazados.
Sin duda, mágico.